jueves, 23 de agosto de 2007

00.- "Dios nos creó para el amor"

He escrito este poemario dedicado con todo mi amor a mi esposa, Elena de Armenteras, para enaltecer el amor humano en todas sus facetas o modalidades.
Quisiera que la sexualidad tan enaltecida y tan último fin o motivación en la mentalidad y valoración de las parejas de hoy quedara mucho más enaltecida y elevada en el contexto del verdadero amor humano y en el profundo sentido del amor unitivo cristiano.
Dios hizo el amor maravilloso, también en su faceta de amor sexual o sexualidad conyugal, y unas veces la misma exégesis cristiana la ha deformado en un sentido puritanista y jansenista de supervaloración del espíritu y de infravaloración, cuando no satanización del amor carnal y corporal, como expresión suprema del amor relacional de la pareja.
Cristo mismo habla de una sola carne, dando al espíritu lo que es del espíritu y al cuerpo lo que es del cuerpo.
Toda la materia, también y sobe todo la corporal y humana, son obra amorosa del Creador, que ama al hombre tan en su totalidad que asumió su naturaleza humana, en su persona divina, y "se hizo hombre y habitó entre nosotros" asumiendo toda nuestra espiritualidad y corporalidad "menos el pecado". Cristo es un ser sexuado en su naturaleza humana, totalmente "limpio de corazón" como Dios nos creó en un principio.
No denigremos la sexualidad como "camino hacia el pecado y el fango" sino démosle toda la exaltación como camino y culmen del amor matrimonial y de pareja.
Recuperemos la sexualidad en su bondad y maravilla tal como la creó Dios y está descrita en Génesis y en toda la palabra de Dios, culminando en la bendición de Cristo en las Bodas de Caná y en su Evangelio o "buena nueva". Respiremos todo el amor humano y la maravillosa sexualidad en este hermoso contexto de "buena nueva".
Con cariño a todas las parejas humanas para que encuentren en el pleno concepto del amor el sentido pleno de este regalo de Dios que es su sexualidad.
Dios nos creó para el amor. Dios nos creó pues también para la sexualidad,
porque Dios nos amó en toda nuestra plenitud.

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